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CAOS (NOVELA)

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Mensaje  Helena Miér Nov 02, 2016 2:38 pm

Rebajas de Enero.


                  día 2


Yo era un single en aquel camarote doble del King of the Sea, un barco de bandera danesa que había zarpado de Miami el día anterior en la mañana, principios de enero, con cinco mil pasajeros rumbo al sol y al divertimento del Caribe.
A las diez de la noche del día siguiente, aún no había salido del camarote. Permanecía tendido. Hora tras hora. Perdido en la cama inmensa... Hojeando a ratos un libro de epistemología o dando miradas desdeñosas al ojo de buey, que semejaba un cuadro redondo con una naturaleza muerta del mar.
Había soportado casi treinta horas el ruido del aire acondicionado , sindo yo tan poco acondicionado para esa clase de aventuras.
Permitanme presentarme con un curriculum básico y modesto: Pablo Santana Hausser. Soltero. Treinta y siete años. Profesor de Epistemología de la Universidad Austral de Valdivia -Chile. Grados académicos: Doctor en filosofía de la Universidad de Navarra.
Si a esto agregamos un detalle: nacido y criado en la ciudad de Valdivia; ustedes se explicarán fácilmente mi desdén hacia el crucero. No sólo la revista del domingo de un conocido diario capitalino ha descrito, en forma muy amena por lo demás, esta forma de brincos turísticos. También a algunos valdivianos nos ha sometido algún amigo, sin previo aviso y al calor de un bajativo, a la tortura de la descripción de sus vacaciones (sesión de selfies incluída). La que hemos asumido con sorpresa y sin reclamos en atención a las horas de trabajo que tuvo en la cocina la señora de la casa.
Lo curioso, es que pese a mi renuencia, la aceptación de viajar -con poquísimos rezongos- con un boleto que ganó mi madre en un concurso auspiciado por un detergente de nombre muy conocido y de probada eficacia (el cual no puedo nombrar por restricciones éticas que me impuso la editorial), la logró ella en una conversación muy escueta, que no obstante, me produjo un remezón interno.
Tal vez el ser hijo único de madre viuda, sea un rasgo enteramente definitorio de una carencia de voluntad ante los ruegos de una madre.
Y ahora, llevaba treinta horas desmenuzando, con una rigurosidad propia de mi formación-desformaciónl profesional filosófica, la tarde en que mi madre triunfó, endosándome el premio y los fuegos fatuos que centellean en los cruceros al Caribe.
-La carta al concurso la puse a tu nombre, Pablo.
-¿Y se puede saber quién te autorizó, mamá?
-Solamente mi intuición de madre. Siempre he pensado que debes hacer, alguna vez en tu vida, un viaje de placer.
-Cuidado, madre. Eso indica que me conoces poco o nada. Que no tienes idea cuales son mis preferencias cuando se trata de placer.
-Lo que yo veo, Pablo, es que te estás quedando con la sola compañía de tus libros.
-Mi trabajo es lo más importante de mi vida.
-¡Y qué hay con tu vida, Pablo! Yo no estaré a tu lado para siempre! Me estoy poniendo vieja ¡y tú sin formar una familia! En ese crucero podrás conocer gente...¡y quién sabe, una buena chica...con quien casarte!
Ese fue, mas o menos, el tenor de la conversación. Y aúnque no sentí jamás la urgencia de casarme, quizás fueron las palabras ,"yo no estaré a tu lado para siempre", las que movieron en forma imprudente mi corazón, en contra de toda razón.
La verdad rigurosa, eso sí, es que siempre me negaba a dejar rozar en mi yo interno, la idea de su muerte. Era un pensamiento que rechazaba ferozmente. Lo ocultaba en lo más profundo de mi ser, sin permitirle dar un solo paso fuera de los límites que le había impuesto; un lugar recóndito de mi conciencia tal vez.
Ahora, tendido en la cama sentí que había aceptado hacer el viaje, para que mi madre también relegara esa frase más atrás de su propia conciencia. ¡Que jamás la pronunciara! Y que este viaje fuera el que llevara esas palabras a un rincón distante, y permanecieran ahí largos, largos años.
Por otra parte, no tenía la menor idea del rol que jugaría en el crucero. Tenía claro (me lo había dicho un profesor de Derecho Civil de la Universidad, que fue llevado a la fuerza, por su mujer, a un crucero a las Bahamas ), que si no se entraba en el juego avieso que la tripulación  programa, corría el riesgo de quedarme encerrado el tiempo que durase la aventura, con certeras probabilidades de marearme, sufrir de claustrofobia, u otros efectos similares.
A todo esto, de tanto estar acostado mirando las letras de un libro y el ojo de buey, se me estaban presentando algunos síntomas: un leve dolor al siático y una sensación de agua en la boca.
Con esos síntomas, me sorprendió, minutos más tarde, un folleto que atravesó el espacio desde la base de la puerta hasta los pies de mi cama.
Lo abrí con desgano:
¡ESTA NOCHE NO SE PIERDA LA FIESTA DE SINGLES!
¡Venga a conocer a la mujer o al hombre de su vida en la Disco FOREVER YOUNG!
-Gringos carajos -dije. ¡Lisen to me, gringos, a mí es difícil embaucarme, yo no caigo en sus jueguitos! ¡Permaneceré acostado hasta que el aburrimiento me mate, y a lo más iré a bañarme a la piscina, uno de estos días, pero no pisaré ninguna discoteca a buscar mujeres de mi vida! ¡Puaf... gringos!
Y fue justo en esa frase cuando el Dios de los gringos se vino directamente a castigarme con un franco mareo, que me llevó directamente a la enfermería del subterráneo del King of the Sea a decir en mi mejor british: ¡doctor, I'm going to died!
No sé decir por qué, me descubrió el doctor algún atisbo de acento latino sudaca -ya que dicho sea de paso, heredé de mi madre ojos verdes y  pelo castaño claro casi rubio, amén de mi metro ochenta y siete- al pasarme el doctor unas píldoras rosadas, dijo literalmente: trrres porr día, señorr!
De modo que de vuelta al camarote doble de este escéptico single, y una vez tragadas las pastillas, más el bochorno de transmutarme en un segundo de anglosajón en un espaldamojada, como el mareo había desaparecido, supuse que el mejor agradecimiento al Dios de los angloetcétera, era acercarme a la Disco Forver Young e ir al encuentro de "la mujer de mi vida". Seguramente fue el mismo Dios de que hablo, el que le dijo a mi madre al oído: "mire Virginia... este hijo suyo se va a quedar soltero”... y seguro que agregó algo sobre nietos.
Y mi vieja, que cree en Dios sin distinciones porque le parece práctico, se encaminó al día siguiente de la conversación antes mencionada, a la agencia de viajes Paradise, de Valdivia, y, premio del detergente en mano, hizo una reserva en un camarote doble, para que su hijo se embarcara en este viaje (que consideré francamente temerario, dado mi temperamento poco temerario), para cumplir los sueños de su vida.
Pensé, que situaciones de esta índole -cumplir sueños ajenos- son del todo conocidas. Más de algún lector recordará cómo llegó a ser abogado a petición de un padre Procurador, o médico por haberle tocado ser hijo de veterinario. Bueno, yo en esas cavilaciones en la cama grande del camarote, respondía análogamente a los deseos de una madre, sin cónyuge, intentando conseguirme una.
A esta conclusión había llegado después de pasárseme el mareo, y de decomponer y recomponer la conversación con ella.
Sus ocultas intenciones no eran, en ningún caso, un viaje de placer solamente. El énfasis estaba puesto en: "sin formar una familia" y "ahí puedes conocer gente". Lo que traducido y ordenado, era lo mismo que decir: "conoce a alguien y cásate, porque tengo setenta años y me queda poca vida".
Ahora, que había hilado más delgado después de leer el folleto y lo que ofrecía ( la mujer de mi vida), pensaba que después de todo, a lo mejor movilizando un poco el cuerpo se me aliviaba el dolor al siático, y podía ir a la Disco por lo menos en consideración al enorme cariño y compañía que había recibido de la mujer que me dio la vida.
De modo que ya estaba decidido a hacer un esfuerzo por mi progenitora. Si no resultaba nada del empeño, al menos lo habría intentado y ¡a calmar mi conciencia!
Me levanté a duras penas y, luego de pasarme la peineta por las entradas (durante esta rutina, se me vienen los años encima) me encaminé lo más optimista que el escepticismo me permitía, a la Forever Young.
Sin embargo no se bién por qué razón, en el camino a la Disco tuve la esperanza secreta, por primera vez en mi vida, de que una vez traspasada la puerta, apareciera la mujer de los sueños de mi madre
Me quedé de pie un buen rato en la puerta de la Disco para acostumbrarme a la oscuridad y a la Disco.
La música era literalmente el infierno. Los parlantes aullaban en inglés un tema críptico y las luces -unos círculos pequeños dando vueltas como pompas de jabón veloces de color azul glaciar- me encegecían. El movimiento de la gente que bailaba era distorsionado al máximo por el efecto de las luces, haciendo parecer los rostros, espectros blanquiazules que nacían y morían al instante.
No es que yo nunca hubiera entrado en una Disco. Un par de veces asumí esa carga en una discoteca de Valdivia. Sin embargo la luminotecnia de Valdivia está en pañales con respecto a la Forever y obviamente es muchísimo más soportable, sin contar con que los espectros son gente conocida.
La mejor forma de hacer un lado los obstáculos de luz, fue irme a la barra y, de espaldas a las luces y de frente a los parlantes, pedí a uno de los barman un whisky doble. Cuando estaba a punto de acabarse el whiskydoble y arrancarme, divisé, al fondo a la derecha de la barra ¡una silueta! Menuda, joven, promisoria, la silueta...
Sí. En la barra al parecer ¡estaba ella! Tal cual lo había prometido aquel folleto: LA MUJER DE MI VIDA. Vestido negro, recatado, que la hacía brillar en medio de ese mar de lentejuelas.  
Al mirarla me dije: "esta es inglesa" porque a ninguna gringa americana se le hubiese pasado por la mente ir a la Disco del King of the Sea con ropa de velatorio. Me di un par de vueltas. No era cosa fácil ir de la epistemología a la cacería, y menos con la "La Macarena", el ritmo que había venido a mover caderas y brazos desde Andalucía al King, por razones para mí desconocidas.
En cuanto "La Macarena" dejó de moverse, me aproximé cautelosamente y me senté en la barra junto a la presunta inglesa.
Al cabo de unos cinco minutos, habiendo de por medio unas miradas de su parte, me atreví a preguntarle:
-Where are you from?
Ella se mostró de rostro entero: tez dorada, ojos azul mar, y la sonrisa ¡Ay mi Dios, que diera yo por su sonrisa...!
-I do not speak english -dijo en un inglés de raro acento.
Entonces opté por convidarla con el gesto de ¿bailamos? y la llevé a la pista de mármol falso, donde para mi suerte, estaban ahora tocando boleros. Yo no bailo otra cosa que tangos y boleros porque con la epistemologa tengo bastante. Además, en cualquier movimiento brusco podían caérse mis anteojos de miopía y eso si que no, porque se me pierde el mundo por completo y adios premio de mi madre.
Había asentido con la cabeza y la tomé en mis brazos.
Era muy jóven. La sentí leve, de cuerpo delicado. Podía ver un cadejo de su pelo rubio cada vez que un haz de luz la rozaba. Su cuerpo estaba tibio y sentía un vaho de perfume de verbena que me pareció aire fresco. A ratos se acercaba a mi cuerpo para que le estrechara la cintura, pero luego se iba alejando lentamente hasta parecer que bailaba con si misma. De pronto su pelo tocaba mi cara. Luego echaba la cabeza atrás, como arrepentida. Por momentos retiraba la cara y me miraba fijo. Sin embargo después sus ojos quedaban suspendidos en un punto distante e impreciso.
Esta contradictoria situación duró unas horas.
A intervalos volvíamos a la barra. Ella a su margarita y yo al whisky doble. En esos instantes casi no me miraba, y eso me hacía pensar que ya no la tendría nuevamente. Pero al gesto de bailamos daba el sí con la cabeza, y un suave movimiento de su pelo largo la ponía de pié y tomando ella de mi mano me llevaba hacia la pista.
Como, en la barra, le había preguntado do you speak french or german, y ella respondiera en inglés "no", no tenía sentido seguir hablando. Porque yo sólo hablaba esas tres lenguas.
Pero fue mejor así ¿de qué hablarle?... Porque para decir algo adecuado, hubiera partido y terminado con el tiempo, no sé de qué más pudiera conversar con ella. Mi trabajo no me atrevo a mencionarlo. Las pocas veces que lo he hecho me preguntan: ¿epis... qué?
Y obviando los detalles, que ustedes comprenderán de sobra, después de cuatro horas de tangos y boleros ¡quien soporta! La tomé yo de la mano y la traje al camarote doble, donde ella demostró que en su país, cualquiera fuese, las mujeres saben hacer lo suyo, aunque esta vez era en silencio... hasta que luego del último suspiro, deshizo el camino andado, y desde la puerta me dijo: Good bye.
El desencuentro de las lenguas me impidió saber su número de camarote. Pero a pesar de esa desinformación, me dormí como un buen hombre, dispuesto a buscarla -en honor, ahora a anhelos  propios- la noche siguente en la Forever Young.

día 3
Me desperté con ganas de ir al gimnasio, a la piscina, a la biblioteca, a la discoteca... al fin del mundo. En el comedor de proa, desayuné pancakes, salchichas blancas y oscuras, eggs and bacon, tostadas francesas y café aguado... que no es poco decir comparado con lo que acostumbro: café con leche, pan con mantequilla y ¡nos vemos mamá!
Antes de seguir rumbo al fin del mundo en busca de la noche anterior, me aproximé al mapamundi de cristal del cuarto piso, a mirar por qué mares andaba este chileno.
En el cristal se veía una copia a escala del King. Era casi un barco de papel esquivando Cuba y rumbo a Haití. El recorrido del barco estaba señalado con una linea cortada, bermellón. ¡Había avanzado apenas diez centímetros por el Mar del Caribe, y mi madre había pagado metro y medio con el premio! El metro y medio, ayer en la mañana, me hubiera parecido una eternidad, una eternidad encerrado en el camorote con tres libros. Pero la noche anterior, aprendí a acortar distancias.
De pronto, a mi lado, un japonés de mi edad -calculé, aunque no es tarea fácil. De esos que el desarrollo hizo más altos y macizos. Miraba el mapa, tan solo como yo ayer en la mañana. Más a mi derecha, una negrita madura, sola ¿no habían recibido ellos el folleto de la fiesta de singles, acaso? Porque yo, sólo ayer era un pobre infortunado perdido en un baile de luces de unadisco. Pero ahora había un rumbo. Era cosa de buscar en los catorce pisos del King, una cintura breve moviédose entre cinco mil pasajeros. Mi mundo acotado-me dije- perfectamente acotado y posible, tan acotado y posible como jamás en mi vida.
Eso me decía mientras continuaba mirando a la derecha a mis compañeros solitarios, en la ruta de lineas verde cata cuando, de pronto, vi ¡a mi sueño de anoche, en gloria y majestad!
El corazón bombeaba a toda prisa dejándome sin aire. Esperé calmarme un poco.
Ella no me veía; miraba hacia la izquierda y hacia arriba. Pensé con optimismo que por cierto también a ella se le habían acortado las distancias. También estaba de seguro recordando nuestra noche. Tendría que apurarme, acercarme; o la perdía.
Sin embargo, esta vida es una mierda que a veces nos hace tocar el cielo y después se encarga con afán de volvernos a la tierra; noté que ella no miraba el mapa sino a un hombre maduro, canoso, que estaba a su lado. Ahora era él quien se apoderaba de sus ojos y su brazo. Él, quien mirando el mapa, le dijo:
-¡Por la cresta, odio estar tan lejos de La Unión!
-Yo también -dijo ella, besándole una mejilla.
No me atreví a salir corriendo. Retrocedí despacio, le hice una venia a los singles, japonés incluído, y alcancé el ascensor, que generoso abrió sus puertas para salvarme. Marqué el quinto piso, antes que la ella notara mi presencia. El arribo hasta mi camarote, el 505, me pareció el viaje más largo hacia lo oscuro.
*

Otra oscuridad me esperaba en el camarote.
-Douglas Hernández, para servirle. Soy su camarero y he venido a arreglar su camarote, ayer estaba enfermo... -dijo, en un inconfundible acento de la Habana.
-¡Ah, un gusano de Miami! -grité, lanzándole mi corazón roto al pobre negro.
-No señor -respondió medio asustado. El hambre me sacó de Cuba, pero ¡viva Fidel y la revolución! -proclamó, mirándome de cerca a la cara. -¿Está descompuesto el señor?
-Sí. Algo descompuesto.
-Necesita píldoras para el mareo.
-¡Lo que necesito es un whyski!
Pocos segundos después apareció Douglas con el trago y hielo.
-¿Guarda el whisky en el pasillo?
-No señor. Corro.
Pobre negro, corre. Alcancé un vaso que había en el velador, vacié la mitad del whyski y se lo pasé.
-¡Salud Douglas!
-A la suya señor -dijo empinándose el vaso.
El trago le ablandó el corazón a Douglas y abrió el mío. Le conté de mi encuentro en la Forever Young con la que creí una inglesa.
Douglas había traído, entre confidencia y confidencia, una botella de ron de Jamaica.
-No es de Cuba, mi señor, no es comparable, pero p'a la pena sirve. Antes le mentí. No fue el hambre quien me sacó de Cuba sino un amor ingrato. Mire usted, me acriminé.
No quise indagar más sobre el verbo acriminarse y en lugar de eso, con tanto ron jamaiquino, le conté detalles de la noche anterior. No detalles, que ustedes comprenderán no es de caballero revelar, sino de lo que creí promesas, de lo que creí amor y de cómo esos ojos me miraban y esquivaban al unísono. Y que sé yo.
-Ninguna ingrata vale una lágrima... mi amigo, disculpe, señor. Ni menos amor de una noche. Todavía le quedan nueve noches y no es cosa de perderlas. Buenas tardes, que ya es tarde y tengo mucho quehacer.
Ahí recién me dí cuenta que en honor a la epistemología me quedé anclado en los romances de quince años (y una que otra aventura por ahí) y aúnque el tango dice que veinte años no es nada esos vintiuno me habían convertido en un niño de pecho en otros ámbitos del saber. No es que los pechos me disgusten, sobre todo los de anoche, sino que más aun después de anoche. Pensé que había perdido miserablemente el tiempo en ires y venires filosóficos. ¡Tiempo perdido el de la epistemología! -me dije. Sobre todo ahora que los físicos andan sumamente entusiasmados con la Teoría del Caos. Están diciendo que "el aleteo de una mariposa, hoy, en Beijing, puede modificar el régimen de tormentas el próximo mes en Nueva York." Si esos rumores siguen, la epistemología se va al carajo y yo terminaré en la feria fluvial de Valdivia vendiendo en un carro de mano, pulles y digüeñes.
Pero al calor del whisky recordé las palabras de Douglas Hernández: "le quedan nueve noches". Pensé, que así como los marineros del King en cada puerto besan y se van, yo lo más bién podía darme el lujo de tener al menos otro amor. Por lo que determiné no seguir perdiendo el tiempo, ya que es la una de la tarde y el día es largo y la vida corta. Mejor me duermo el ron de Jamaica y el whisky, porque o de otro modo se va al diablo el premio del detergente.

*
Me desperté a las tres en punto, y al buscar los zapatos debajo de la cama, encontré el folleto con el programa de ese día. ¡Algo puede tenerme guardado el destino! -me dije, dispuesto a olvidar la noche anterior y estudiar el tríptico exhaustivamente.
3.30 PM  Subasta de pintura en el salón Blue Sky, piso 4.
5.00 PM  Maratón de singles. Partida desde la piscina de popa, piso 14.
6.00 PM  Cine. "Bajos instintos". Sala Charles Chaplin, piso 6.
8.00 PM  Aperitivo en el salón de proa, Caribbean Sea, piso 14.
9.00 PM  Cena italiana. Recuerde que su comedor es el Royal Dinner, piso 4.
11.00 PM Baile hasta el amanecer en la Disco Forever Young, piso 10.
¿Qué tal, Pablo? ¡Si me viera Matus, mi compañero de trasnochadas filosóficas, trasnochando como se debe. (Ya vas a ver, Matus, no me pierdo ninguno de estos panoramas, ni menos después de comprarme, de paso por Miami, mi camisa de seda azul y un par de pantalones blancos de lino falso, porque de planchar aquí, ni hablar. Esas son cosas que murieron en Valdivia. Así también te vas a morir tú, Matus, a los treinta y siete, si tu santa madre no junta cupones de... y te manda a este paraíso de oportunidades. Una oportunidad por hora: llegar y llevar a diez dólares la hora de felicidad ¿o me equivoco?)
Seguí sentado un rato más a los pies de la cama, para llevarme la panorámica del camarote. (Para llevártela a tí, Matus, para que veas que en el mundo existe algo más que tu residencial de mala muerte, y aúnque a tí te hayan ascendido a Profesor Titular en lugar mío, a mí ya no me importa seguir de profesor auxiliar, porque la experiencia de anoche, aunque fallida, no te la hubieras podido conseguir tú en el café cibernético Fértil Provincia, aúnque hubieras estado un año conectado a la Internet, según tú con Spinoza, Leibniz y Decartes, y según yo, con alguna mina internet busca caballerobuenapresencia.)
(Mira, Matus. En tamaño, el camarote es dos veces tu pieza en la pensión, baño ex -clu-si-vo con un set de pequeñeces: jaboncitos, champú y bálsamo, crema de afeitar, polvos talco, gorra de baño, espejo de aumento y secador de pelo. Nada que ver con los albergues de estudiantes donde alojábamos en los tours que hacíamos por Europa, cuando estábamos en España haciendo el postgrado en Navarra.)
(Lo mejor es que en la noche te dejan un chocolate encima del pijama ¿Te deja doña Celia -la dueña de la pensión- alguna vez un regalito así? A lo mejor cuando le haces a la pobre señora el favor que cualquier mortal necesita, y eso me parece bien ¡pobre doña Celia, si no fuera por tí...! Y por eso es que a veces te quiero tanto, Matus, por esas pequeñas cosas que te distinguen como un tipo generoso.)
(Vuelvo al camarote. La cama es de metro ochenta por dos metros, como para que tres cristianos gringos duerman como Dios manda. Por el ojo de buey se ve el mar, que ahora está muy lindo, no como ayer. Hay también un closet, que claro, a mí me queda grande, porque traje poca ropa y se supone que es para dos personas. Y anoche pude no estar nunca más solo, pero el destino... mejor eso te lo cuento cuando vuelva.)
( Matus, créeme que te echo de menos, no en vano hemos estado juntos ocho años en la oficina que da al jardín botánico; aparte de los otros ocho que estudiamos juntos. No en vano hemos visto florecer los rododendros ocho primaveras. Y nos emborrachamos juntos en el Palace el día que tu mujer te dejó por los suelos y se fue a Castro con el dueño de un restorán. Y tu niñita de cuatro años, la niña de tus ojos, se fue a mirar los ojos de un hombre que tenía en las pupilas la marca Prosperidad. Ahora te digo, amigo Matus, cuando vuelva conversamos, que la episteme no lo es todo en la vida. Ahora voy al baño a arreglarme un poco porque a las 3.30 PM en punto tengo algo que hacer.)

*
Helena
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